jueves, 23 de septiembre de 2010

¿Correr?

A veces solamente corremos por la costumbre de correr, de escapar hacia algún punto en que creemos la cosa ira mejor.

Hace siete meses que me despedí de Lima, de mi viejo, de mis amigos más queridos, de la casa que aprendí a llamar hogar por tanto tiempo embarcándome hacia uno de estos escapes con la idea de que todo estaría mejor. En el fondo buscaba encontrarme mi viejo país a la espera de mi retorno, con los brazos abiertos, gente dispuesta a recibirme como un compatriota más que vuelve del exilio, dispuestos a ayudarme en este a sabiendas complejo periodo de adaptación.

En cambio encontré una patria nueva a punto de ser desarmada por un terremoto, empresarios explotadores y miserables, manos cerradas en donde solía encontrar el apoyo de algunos amigos de infancia. ¿Donde se había ido todo lo que recordaba de esta patria que me tenía tan a gusto?

Tras algunos meses de emular a Zaratustra bajo nuevamente de la montaña. Al parecer nada ha cambiado allá afuera, más bien todo ha cambiado acá adentro. No puedo volver a mirar este lugar con los mismos ojos de niño con que solía mirarlo, Chile jamás fue la rehabilitación ansiada o el escape deseado, fueron mis ojos los que lo transformaban en un oasis de paz. Mejor es mirar hacia dentro.

Una nueva y hermosa realidad se descubre en mi interior, ¡Cuantas nuevas flores han crecido en mis sentimientos! Los charcos de agua turbia que alimentaban mis lágrimas hoy son lagos cristalinos… Sonrío satisfecho mientras intento explicar los nuevos acontecimientos. Ahora veo a mi vieja cocinándome algo rico, al Lalo y su nueva familia, a su hijo el Juampi, mi sobrino más lindo que el sol, al Rodrigo tan rodeado de amigos geniales terminando por fin sus estudios (que orgulloso me siento de él), a mis abuelos siempre invitándome a almorzar y a interesantes conversaciones de sobremesa, a mi tío Palo tan preocupado de llamarme cada cierto tiempo para ofrecerme trabajos que se inventa para que yo me sienta mejor… ¡Cuánto amor! A mi novia la Vale siempre preocupada intentando hacer mil cosas para que yo sonría (aún no se da cuenta que el solo hecho de tenerla cerca me hace feliz) y la familia de la Vale, todos tan artistas llenándome de nuevas canciones el corazón.

Una cálida lágrima recorre mi cara, es de alegría mientras miro nuevamente hacia afuera. Esta vez agradecido me doy cuenta que ya no hace falta correr más, la cosa va definitivamente mejor.

Tomo aire y me preparo para estrenar mis nuevos ojos en esta vieja ciudad a la espera de ser conquistada.